Todo empezó con una mirada, que basto para que cada
uno se ahogara en los ojos del otro, que basto para imaginar un universo entero en el cuerpo de cada uno, cada rincón, cada sensación, cada latido, cada pensamiento, cada lágrima, cada sonrisa, cada cabello.
Cada uno llegó a sus propias conclusiones, sin voz, sin memoria, solo un presente mental.
Era tal la conexión que ni siquiera los gestos eran necesarios.
Después un acercamiento, pausado,
analizado solo lo suficiente.
Inhalaciones y exhalaciones casi imperceptibles, el aire estaba repleto de tranquilidad.
De pronto, un movimiento brusco que genero a una sonrisa, semejante a un arco iris, sin igual e inexplicable. Primero él y después ella.
Otro acercamiento, solo quedaba un metro de distancia entre los dos.
La sonrisa aún no se perdía.
Un último movimiento y solo 25 centímetros los separaban.
Y entonces las palabras hicieron su gloriosa aparición...
-¿Como te llamas?-
Dijeron los dos al unísono.
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