28 de abril de 2013

Su ♥.


¿Qué hacer con el aroma que queda exquisitamente impregnado en los dedos después de media docena de cigarrillos? Pues nada distinto a disfrutarlo y emplearlo como la mejor ambientación de los deseos menos predispuestos y más profundos y reales.


Con vos la linealidad respiratoria es un chiste, es una broma de la peor calidad. La alteras a tu antojo, la moldeas con respecto a tus necesidades y a tus sonrisas y a tus sueños.
Con vos las calles húmedas aluden a noches y noches de proximidad absoluta, de orgasmos infinitos.
Con vos la vida se esboza en colores y se delinea despacio, muy despacio, con reuniones especiales de conocimiento contextual y reflexiones táctiles de estricta dependencia de continuidad.

Y me besas y la calle se detiene, los carros deciden dejar de andar y de moverse y empiezan a funcionar solo como luces, como dilatadores y contractores de pupilas, como herramientas, como medio justificado para un fin indefinido.


Que te rodée el cielo de todas las formas y el suelo contenido por todos los minerales, que te sonrían la luna y el sol y se te despeinen las ideas y el pelo como querás, pero solo, con la única y exclusiva condición de que me dejés insistirte para describirte a vos y a tu variabilidad de contextos a mi antojo; a vos y a la intrínseca relación entre tus pupilas y tus sonrisas; a vos y a tus juegos mentales, a tu manera de disipar conceptos concretos, de variar las percepciones, de replantear los paradigmas; a vos y a tu exquisita decisión de quererme.

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