¿Que más
quería? ¿Qué más podía pedir?
Él,
absolutamente nada, la tenía completa.
Ella, todo,
sentía que estaban tan lejos.
-De noche
se nos cumplen los deseos, linda.- Te decía suavecito, a través de nuestras
manos, directo a tu oído.
Quién diría,
a esta pelirroja sólo le daba besos una vez por semana y todo porque ella no
quería enamorarse… De esta noche no pasaba, nada me lo decía, yo lo tenía
clarísimo. A los dos nos encantaba caminar juntos, hablando cada tanto,
diciéndonos cosas que nos llenaban mutuamente, pero jamás como novios si no
como seres individuales. –A mí me gusta mucho la playa, vos sabés- Me decías
para que hiciera una pausa a mis pensamientos lejos de ti y me situara en una
playa amarillísima que traía consigo la imagen de tus ojos cubiertos por unas
gafas de sol, bajo una sombrilla colorida y justo arriba de un bikini de
patrones repetidos que se posaba sutil y maríticamente sobre una toalla que a
su vez ubicaba justo debajo la arena de la playa, de tu playa. –Pero vos no
sabes por qué… bueno, te voy a contar pero tenemos que sentarnos por ahí, esta
historia no se cuenta caminando- Y entonces nos sentamos en un andén oscuro,
inversamente proporcional a lo que se estaba creando en mi cabeza, desde el que
se veía todo el movimiento de una calle que nos encantaba recorrer pero se
esquivaba como algo que miras de reojo, algo que en verdad no queres ver o que
pasa demasiado rápido. Entonces te pasé un audífono, el izquierdo, aunque
estabas sentada a mi izquierda, para que yo me pusiera el derecho y la música
no interfiriera la conversación si no que la acompañara y la complementara,
entonces me regresé a la imagen de tu playa, a las sonrisas que sabía que ésta
te dibujaba, esta vez quise meterme en mi imagen mental y ofrecerte una paleta,
de agua, de esas cítricas que refrescan la vida y después construirte un
castillo, uno que no se llevara el agua, uno que durara ahí, para sostener
nuestras botellas y guardar nuestros cigarrillos… y regresé, así como me fui.
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-…Y eso es
todo, por eso me gusta tanto la playa, mi playa, ¿nos vamos?- Terminé sonriendo, consiente de que me habías escuchado cada palabra. -Listo, a dónde quieras, pero sugiero ir por mi carro y después a mi casa.- hablaste con una seguridad necesaria, mientras sacabas un cigarrillo y me pasabas el encendedor, sabía que hacer y lo hacía con gusto, click, humo, aaahh. ¿Quién te iba a decir que no? Empezamos a caminar y pronto encontramos el carro e iniciamos camino, no sentí nervios hasta que dijiste: -Aquí es, bienvenida a mi casa- Shock, ugh, nada de nada, me bajé y me paré a tu lado, antes de poner la llave en la cerradura me besaste y me acercaste a tus labios. -Hoy, hoy si, décime que me amás, hoy no vamos a poder con nosotros- y como pago por entrar por esa puta puerta lo saqué, un "Te amo" clarito, dirigido al único que podría oírlo, y entonces sin más, metiste la llave, la giraste y entramos.
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