7 de agosto de 2014

Excusas

Hay espacios que guardan mucho y otros que no guardan nada hasta que uno los obliga a guardar alguna cosa.

Muy seguramente antes de conocerla ese balcón no era nada, ni balcón, ni ubicación geográfica, ni nada.

Pero ahora es mucho, es un puñado de momentos, un recorte de un desglose de nuestros días, una propuesta, dos propuestas, (una triste y la otra feliz) varias conversaciones sobre muchas cosas y besos y un sofá que me tallaba y un balero y un cigarrillo y varios cigarrillos y un porro y algunos atardeceres y otras noches.
Todo eso y una reflexión profunda, una búsqueda de detalle en una ciudad detenida a la que no le interesa responder, una ciudad que con su calma y con su movimiento silente me susurra despacio que, ahí, en ese balcón, lo tengo todo y si no es todo es mucho; y que me calle la cabeza que tal vez esté equivocada y el cansancio sea una ilusión, y que busque que seguramente sus ojos activos tendrán la respuesta.

Soy creyente fervorosa de su ser, de mi ser, de ser. De las composiciones corporales y etéreas que configuran un ser. Por lo tanto, entonces, creo en el presente y en todo lo que depara como temporalidad vigente, en la inmediatez increíblemente prolongada de sus acciones, en la repercusión de sus palabras, en sus sueños. Y no creo en esto de manera gratuita, creo que juntas, las dos visiones, son una razón ideal para comprender por qué y para qué soy...

Esto me lleva al "hacer", a enumerar un listado extenso de cosas que hago y de otras que hago y además disfruto, como cocinarle y que a ella le guste, como besarla y que le guste, como morderla y que le guste, como cuestionarla y que le guste. Como dibujarle sonrisas o interpretarla despacio en canciones acústicas. Como mis dedos en su espalda, o mis dedos entre su pelo, o mis dedos a través de sus ideas, o mis dedos entre sus labios y dentro de su boca. Como mostrarle pedazos de la vida que solían serle lejanos o empujarla a hacerle una pregunta a alguien o impulsarla cuando se sube a mi longboard o perseguir la idea constante de hacerle una serenata.

Hacemos para hoy sin la consciencia del futuro, hacemos para ya, para la sonrisa, para el gemido, para el golpe. Hacemos para la reacción inmediata pero también es posible hacer pensando en la casa azul, en el carrito de mercado y en el San Bernardo baboso.

Hacer, ser, reivindicar lugares... todo una excusa para recordarme que los espacios vacíos se pueden llenar de palabras, de palabras que en el cine, en medio de la experiencia cinematográfica en la que el que hace bulla debe ser callado, resultan mandamientos, contratos indefinidos.
Repitame otra vez que "el arte de esta película es precioso" y quedémonos así, en esa eternidad de aproximados 90 minutos para siempre y por siempre jamás.
"En la última fila, las dos de la mitad."

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